Se refiere a Europa como si hablara de una dama con clase. Europa y sus lenguas. Europa y la diversidad. Europa una y veintisiete a la vez. Y entre todos los verbos que Juana Lahousse obliga a la vieja Europa a conjugar, el más repetido es el de "escuchar".
Su insistencia hace sospechar que la directora general de comunicación del Parlamento Europeo no se limita a colar a los ciudadanos entre sus discursos para cubrir el expediente. Sabe que, en tiempos de crisis, una pregunta les ronda la cabeza. Deja bien claro antes de que se le pregunte que Europa sirve. Y mucho.
Zanja el debate sobre los sueldos y las dietas de los diputados de su cámara con vehemencia. "Hoy el diputado sabe que tiene una enorme responsabilidad", les defiende. "Para realizar bien su trabajo se dividen entre Bruselas, Estrasburgo, sus circunscripciones y hasta delegaciones a otros lugares", enumera la encargada de que sus señorías salgan bien en la foto. "¡Francamente, chapeau!", exclama Lahousse dispuesta a derribar el mito del diputado pasota.
Se demora en elegir las palabras para asegurarse de que sus mensajes van calando en su interlocutor. Herencia quizá de su pasado al frente de la Dirección General de Interpretación del Parlamento Europeo, donde cada coma importa, esta almeriense, que emigró con su familia a Bruselas cuando era pequeña, cuida su lengua y cambia de idioma con naturalidad.
Emplea con frecuencia la palabra "plataformas", consciente de que le ha tocado dirigir la comunicación en un siglo en el que las herramientas son tan importantes como el mensaje.
Su discurso va impregnando el ambiente de cierto regusto a época dorada. Porque esta intérprete de profesión traduce rápidamente Tratado de Lisboa como oportunidad. "¡Europa atraviesa un momento extraordinario, y está más cerca de todos que nunca!", asegura esta veterana con perplejidad de cargo recién estrenado.
Y de la gran oportunidad que vive la UE se dio cuenta en su último viaje a Washington, donde -admite-, además de aprender mucho, se sintió "muy orgullosa". "Comparando las estructuras legislativas de los Estados Unidos con la europea, hemos aprendido mucho en materia de relaciones con los medios", explica.
Exhibe con orgullo los medios sofisticados con los que cuenta su institución, pero le preocupa cierta tendencia a atiborrar al periodista con datos masticados. "Lo que hay que darles a los medios de comunicación son las herramientas", opina esta directora que, inmediatamente, acentúa su discurso con inflexiones de intérprete. "Nuestro riesgo es caer en lo que llamarían los ingleses 'spoon feeding'", reconoce Lahousse.
Cuando habla de las 700 personas que trabajan en la Dirección General de Comunicación del Parlamento Europeo, uno tiene la sensación de que le hablaran del Google de las euroinstituciones, donde "no hay dos jornadas iguales y donde se potencian la creatividad y el diálogo". "A mí me gustaría poder tener jornadas más organizadas" -reconoce esta española que se define madrugadora-, "pero muchas veces hay que cambiar los planes para gestionar crisis". Y de nuevo, el verbo estrella: escuchar.
No se inmuta al oír la coletilla que acompaña a su nombre. A Juana, "la mujer española con cargo de mayor rango en la UE", le aburre hablar de paridad. Defiende las cuotas como "medio para romper ese techo de cristal que se les impone a veces a las mujeres", pero apuesta por un sistema que potencie los talentos desde edades tempranas con independencia de los géneros.
Apenas cuatro meses después de estrenar su alto cargo, Lahousse ocupa la dirección general con los ojos muy abiertos y con la tranquilidad que quien acepta un reto, sabe que está preparado para superarlo. Recuerda muy bien sus tiempos como intérprete independiente, cuando su mayor temor eran los vacíos en la agenda. Trabajó diez años como intérprete, antes incluso de que España se embarcara en la aventura comunitaria.
Esperó desde Bruselas a que España estuviera madura para entrar en Europa. "Desde lejos, ves a tu país como con un catalejo", explica una mujer que vivió, como ella lo describe, "la Transición entre bastidores".
Eran tiempos en los que "España estaba casi en la clandestinidad en Europa", bromea recordando sus primeros trabajos como intérprete para sindicatos. Alaba "el tesón y la valentía" de los primeros españoles que hicieron respetar su idioma en Europa, amenazando incluso con bloquear una reunión en el Consejo si no se les ponía interpretación.
Convencida de que "la inmigración es una gran escuela de vida", la española que postergó su apellido Juárez al casarse con un Lahousse presume de orígenes. Es de las que piensan que el mérito del Parlamento Europeo es saber respetar las diferencias de los Veintisiete construyendo una sola.