Jordi Évole no se ve en el papel del italiano Beppe Grillo, aunque coloca dos matices para no descartarlo: “De momento, no, pero no sé qué pasará en el futuro”, respondió. El exfollonero, presentador de Salvados, fijo en la quiniela de los trending topic de Twitter de los domingos por la noche, montó este martes un espectáculo de dos horas y media en Málaga, donde anunció para el último programa de la temporada un espacio con propuestas positivas y una entrevista con el seleccionador Vicente del Bosque.
Ante la presión del público que no pudo acceder al evento por quedarse pequeño el espacio, el propio periodista concedió un segundo turno para 200 aficionados adicionales, todos devotos de su periodismo combativo y directo, que esperaban a que acabara la primera fase del show, centrado en denunciar cómo Miguel Blesa, expresidente de Caja Madrid, se había ido “de rositas” tras pagar una fianza de 2,5 millones de euros para evitar la cárcel.
Cuenta El Confidencial que el excolaborador de Buenafuente lamentó cómo la Junta de Andalucía había transformado la administración pública “en un chiringuito, beneficiando a amigos y familiares: cuanto más conoces del caso más vergüenza ajena te da”. Évole negó que por pertenecer a La Sexta, la cadena estuviera próxima al PSOE. “No somos ni de la ceja, ni del cejo”, precisó, tras pedir la celebración de referéndums en España para votar por los recortes en Educación y Sanidad.
“Ningún partido lo tenía en su programa electoral: la participación no puede ser sólo cada cuatro años”, reclamó. Jordi Évole reconoció que la entrevista a Julian Assange en la Embajada de Ecuador en Londres “no fue buena”. “Quizá fue porque yo no sé inglés para una entrevista de este tipo y porque el personaje no contestaba a lo que se le estaba preguntando”.
El periodista también recordó los programas sobre la Educación en Finlandia, el del lobby de las eléctricas y la entrevista con Juan Cotino, el presidente de las Cortes de la Comunidad de Valencia, que con su silencio sobre las víctimas del Metro de Valencia pareció haberse leído “el manual de la anti comunicación política: peor no puede ser”. Évole, con ganas de tomar “un buen jamón”, se despidió a medianoche, y su discurso tenía ya más pinta de Grillo que de Follonero.