La campaña presidencial en EEUU afronta sus últimos días y los candidatos y sus equipos y jefes de gabinete caminan con pies de plomo. Pero la realidad es que sus opciones de victoria pueden perder enteros tanto por una monumental metedura de pata como por un exceso de celo.
Este último supuesto es el que ha puesto el foco sobre Donald Trump. El candidato republicano ha protagonizado durante los últimos meses episodios polémicos, bien de forma indirecta -como el vídeo pasado donde denigraba a las mujeres en una conversación privada- o directa -como la confrontación con los padres de un soldado fallecido o los tintes racistas de su muro en México-.
Cuenta el diario El Mundo que para evitar que el magnate pueda aventurarse en un nuevo capítulo alejado de congruentes propuestas de gobierno, su personal más directo ha decidido supervisar cualquier intervención de Trump en redes sociales como Twitter.
Es decir, bajo ningún concepto van a permitir un tuit de Donald Trump por iniciativa propia, como han dejado claro varios medios norteamericanos como el New York Times.
Lo que a priori puede parecer algo razonable, no dejar nada a la improvisación, se ha vuelto en su contra, como ha dejado claro el todavía presidente Barack Obama durante un mitin en Florida para apoyar a Hillary Clinton. "Si alguien no puede controlar una cuenta de Twitter, no puede manejar códigos nucleares", ha manifestado Obama que, sin embargo, considera una "buena noticia" que la gente tenga la oportunidad de lograr que Trump no llegue a la Casa Blanca con su voto.