Los chistes de Berlusconi como eficaz arma de comunicación política

Los chistes de Berlusconi como eficaz arma de comunicación política

chistesberlusconiEl humor siempre ha sido un recurso retórico eficaz para los políticos. Acorta las distancias, matiza las diferencias y, en un elevado porcentaje de casos, hace que quienes escuchan –potenciales electores, periodistas u otros políticos– bajen un poco la guardia. El ex primer ministro italiano Silvio Berlusconi no sólo recurrió al humor probablemente más que cualquier otro político desde la Atenas de Pericles, sino que hizo de los chistes su recurso retórico número uno.

Una historia crítica de la quiebra política, económica y moral de Italia a través de los chistes del Cavaliere del crítico literario, traductor y editor Simone Barillari –publicado por Errata Naturae– es una antología de los chistes lucidos por Silvio Berlusconi durante los 17 años en los que dominó –ora como presidente del Gobierno, ora como líder de la oposición– el panorama político italiano.

Los chistes se exponen en orden cronológico desde la legendaria discesa in campo de 1994 –una expresión acuñada por el mismo Berlusconi que anunciaba con tonos bélicos el inicio de su carrera política– al no menos legendario bunga bunga, esas veladas amenizadas por chicas de pago con las que Berlusconi solía recuperarse, según decía, de un agotador día de trabajo.

Los chistes cuyo titular lleva un asterisco reproducen fielmente las palabras utilizadas por Berlusconi al contarlos, mientras todos los demás han sido reconstruidos por Barillari siguiendo las fuentes periodísticas: la bibliografía es lo bastante extensa y detallada como para poder afirmar que no ha sido un trabajo de investigación breve y fácil.

Sin embargo, El show de Berlusconi es más que un florilegio de las boutades de Silvio Berlusconi; es un corrosivo ensayo de comunicación política pura y dura, que ofrece interesantes claves de interpretación de su discurso. Todos los chistes van acompañados de una explicación -eso sí, a veces un poco forzada- que los ubica uno por uno en un mosaico comunicativo en el que se mezclan, según destaca Barillari en las conclusiones, un persistente complejo de inferioridad y a la vez un ego de dimensiones cósmicas.

Más allá de la gracia o de la incomodidad que pueden provocar en un primer momento, los chistes de Berlusconi no son canicas lanzadas al azar sólo porque el juego le divierte, sino que persiguen con lucidez varios objetivos. Uno de ellos es captar la benevolencia de aquel auditorio que él mismo ha moldeado o por lo menos influenciado durante muchos años, incluso antes de la discesa in campo, a través de la televisión: los chistes de Berlusconi son casi siempre para sus electores o potenciales electores, aún cuando los comparte con el presidente de Estados Unidos o con atónitos periodistas en una rueda de prensa.

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