En sus ya casi ocho años de presidencia, George W. Bush ha tenido que escuchar todo tipo de críticas y descalificaciones, algunas de ellas muy duras. Sin embargo, las contenidas en un libro de reciente publicación quizás sean las más dolorosas, ya que provienen de alguien que perteneció durante muchos años a su círculo más íntimo de colaboradores. Su autor es Scott McClellan, que fue el portavoz de la Casa Blanca entre julio de 2003 y abril de 2006, el periodo en el que centra su relato de memorias, si bien ya había colaborado con Bush cuando era gobernador de Texas. El título de la obra, editada por Public Affairs, es muy indicativo de la tesis que sostiene el autor: What Happened: Inside the Bush White House and Washington's Culture of Deception (Qué pasó: Dentro de la Casa Blanca y de la cultura del engaño en Washington).
Según cuenta El Mundo, la principal acusación que lanza McClellan a su anterior jefe es que "se convence para creer lo que necesita en cada momento", es decir, "se autoengaña" para poder justificar unos objetivos políticos definidos siempre de antemano. Buena parte de la obra está dedicada a cómo se convenció a la población para que apoyara la guerra de Irak, que el autor califica de "error estratégico garrafal".
Sin embargo, no es esa la acusación con mayor carga de profundidad que lanza McClellan al presidente. Lo que sucedió en Irak, como muchos otros errores de esta Administración, es reflejo de "la decisión de abandonar el candor y la honestidad cuando estas cualidades eran más necesarias". Y todo ello porque se instaló en la Casa Blanca una mentalidad de "campaña electoral permanente", en la que todas las decisiones tenían un componente electoralista.
El ex jefe de prensa se muestra muy dolido por haber sido engañado por los asesores del presidente respecto a su implicación en el escándalo Plame, cuando se filtró a la prensa el nombre de la agente de la CIA Valerie Plame como castigo a las críticas a la guerra por parte de su marido, el ex embajador Joseph Wilson. Durante meses, McClellan aseguró que las informaciones que vinculaban a Karl Rove y Lewis Scooter Libby en el caso eran falsas.
"Los altos cargos de la Casa Blanca que sabían la verdad —Libby y Rove incluidos, y probablemente [Dick] Cheney— me hicieron repetir una mentira", se lamenta, aunque cree que el presidente también fue engañado en este asunto.
Tampoco se libra de sus ataques la secretaria de Estado, Condolezza Rice. El retrato que hace de ella McClellan se ajusta al que han hecho a menudo los medios de comunicación. A juicio del ex portavoz, la ambición de la jefa de la diplomacia le lleva siempre a decir a su superior lo que quiere escuchar.
Pese a todo, no todas las anécdotas que cuenta el autor sobre Bush son negativas. Al explicar su salida de la Casa Blanca, McClellan recuerda la emotiva despedida del presidente: "Aplicó todo su encanto, pero era difícil decir si era sincero o sólo un intento de hacerme sentir mejor. Mientras continuaba, pasó algo que nunca había visto: las lágrimas estaban cayendo de sus mejillas".