Las mediciones de audiencia, los clips que se repiten en YouTube y las afirmaciones de 40 segundos en pantalla desmenuzadas el día después en los medios se han convertido en los mensajes centrales de campaña en las primarias del Partido Republicano estadounidense: más que nunca, dicen los expertos, es la hora de la política televisada.
Cuenta Valeria Perasso en BBC Mundo, que una relación de 14 debates en 2011 marcó la carrera previa hacia el caucus de Iowa, el pasado 3 de enero, que fue la primera cita para elegir a quien será el rival de Barack Obama en las elecciones presidenciales de 2012.
La contienda ya ha coleccionado suficientes momentos célebres como para atraer la atención del televidente más distraído. Y los debates mediáticos han dado sus frutos, al menos en cuanto a ratings se refiere: de los 3,3 millones de personas que sintonizaron el primero, en agosto, a 7,6 millones en el de mediados de diciembre. "Más gente mira los debates que cualquier otra forma de comunicación política y hay una tendencia creciente a definir las preferencias desde la comodidad del living hogareño. Nuestros estudios muestran que la información que tienen los votantes proviene casi exclusivamente de estos debates y de la cobertura de estos debates en otros medios", ha señalado Mary Kahl, profesora de comunicación política en la Universidad Estatal de Nueva York.
Según sondeos recientes de la consultora Gallup, el favorito entre los precandidatos es el ex-gobernador de Massachusetts y ganador en Iowa, Mitt Romney, que suma 30 % del favor del electorado republicano.
En una carrera que ha mostrado ascensos y descensos vertiginosos en los índices de preferencia y se ha cobrado algunas "víctimas" como Tim Pawlentys o Herman Cain, que retiraron sus postulaciones antes de Iowa, o la congresista Michele Bachman, que lo hizo tras lograr un resultado magro en la primera disputa, los analistas coinciden en señalar que las oscilaciones en las encuestas han estado atadas a los debates televisados.
"La televisión es muy reveladora, emerge la verdadera personalidad y no hay dónde esconderse. Más que nunca, de eso se ha tratado toda esta sucesión de debates del GOP (como se conoce al partido Republicano)", opina Craig Smith, ex redactor de los discursos del presidente Gerald Ford (1974-1977).
Y si de revelaciones se trata, los debates han dejado para la historia algunos momentos de protagonismo ante cámara de cada candidato que más de un dolor de cabeza han causado a sus respectivos asesores. El más reciente, la apuesta con que Romney desafió a Perry ante un desacuerdo, que lo hizo quedar ante los ojos de muchos como un "aristócrata y arrogante", que puso en juego sin vacilar "el equivalente a un quinto del ingreso promedio de una familia de Iowa", según escribió un comentarista.
La dinámica de la confrontación ante cámara ha favorecido a algunos y ha dejado a otros peor parados. Gingrich está entre los primeros, sacando provecho a su experiencia como orador en la Cámara de Representantes. Perry, en cambio, ha visto desplomarse su popularidad y ha pasado de estar entre los favoritos del partido a figurar anteúltimo en las encuestas. Lo que está en pantalla, señalan los analistas, es una guerra de egos en la que los televidentes hacen las veces de árbitro.
"Es un concurso de personalidades. Las tensiones que se han visto, como nunca antes, no muestran una profundidad en los temas, sino más bien confrontación de caracteres. Para el votante, estos debates ayudan a tener una idea de los temas, pero sirven mucho más para conocer costados de cada uno que no saldrían nunca en una plataforma escrita", afirma Kelly McDonald, académico de la Universidad Estatal de Arizona y autor de un libro comparativo sobre los debates entre 1996 y 2004.
Los debates públicos ciertamente no son novedad en la arena política estadounidense. Desde las confrontaciones entre Richard Nixon y John F. Kennedy en los 60 a las de Gerald Ford y Jimmy Carter en la década siguiente, siempre han servido para medirle el pulso a las elecciones presidenciales. Los debates públicos ciertamente no son novedad en la arena política estadounidense.
Pero, esta vez, la disputa retórica se lanzó anticipada: es la primera vez, señalan los analistas, que concentran tanta energía proselitista en unas primarias del GOP. En este contexto, son muchos los que pronostican el fin del proselitismo personalizado, a la vieja usanza: el de salir a recorrer calles y repartir abrazos, el de los discursos en plazas y las fotos con simpatizantes de ciudades menores.
Así, los debates funcionan como un "foro de alcance nacional", afirma Allan Louden, profesor de comunicación política de la Universidad de Wake Forest. Otros, en cambio, consultan las agendas de los precandidatos para probar lo contrario: en las semanas previas al caucus de Iowa, los seis aspirantes salieron a la ruta en giras por los primeros estados donde medirán fuerzas, para vérselas cara a cara con los potenciales adherentes.