Pedro Arriola, el gurú demoscópico de cabecera del líder del PP, Mariano Rajoy, y uno de sus principales asesores considera que uno de los errores de bulto de la campaña electoral del PSOE ha sido el que Alfredo Pérez Rubalcaba haya planteado en todo momento una campaña presidencialista en la que “no se le ha caído de la boca” el nombre de su oponente, mientras que Rajoy nunca aludió directamente al ex vicepresidente en ninguno de sus mítines.
Arriola, presidente del Instituto de Estudios Sociales, ha participado en un desayuno informativo organizado por el Forum Europa en el que ha analizado los resultados de las elecciones junto al presidente de Metroscopia, José Juan Toharia.
Arriola, que asesoró a Rajoy en la recta final de la preparación cara a cara televisado, ha explicado que esa campaña presidencialista de Rubalcaba “acabó”, precisamente, el día del debate. La campaña electoral del PP ha sido, en definitiva, una estrategia de perfil bajo, en la que Rajoy nunca ha entrado al trapo de los debates planteados por el socialista y se ha centrado única y exclusivamente en hablar del paro y de la crisis.
Arriola, cerebro en la sombra de esa campaña, ha añadido que, desde 2008, se ha producido “una correlación inversa” entre el incremento del paro y el descenso de votantes socialistas: “Con la subida, iba bajando el voto”. Una correlación que hacía innecesario que el líder del PP gastase tiempo en temas controvertidos que le podían restar votos entre su electorado más moderado.
“Aquí no ha habido ningún tipo de sorpresa, ni siquiera en la intensidad”, ha dicho Arriola mientras que Toharia insistía en que el PP “ha logrado fidelizar un electorado, se mantiene con recursos propios y su victoria depende de que el contrincante, que sí que tiene que pedir préstamos, los consiga o no”.
Según Arriola, Rubalcaba "lo tenía muy difícil" porque, por muy buen jugador que seas, “cuando las cartas te vienen continuamente mal dadas, pierdes”. Una idea en la que ha incidido Toharia, para quien Rubalcaba se lanzó a la partida a pesar de que quien repartía las cartas podía no contarle todo o quitarle alguna, y de pensar que quien era “más leal” era la oposición y que no podía "criticar al anterior".